miércoles, abril 26, 2006

Selebreision

Un aniversario, con sus velitas. Si no hay velas, no hay conmemoración posible. El hábito sí hace al monje. Me senté a la mesa, con las velitas encendidas, y así permanecí. Celebrando. Sé que estaba celebrando porque había velas. Es el escenario de la celebración, en sí. Si estoy en mi ordenador, estoy trabajando, si enciendo la consola, estoy jugando, si enciendo las velas, estoy celebrando. O arriesgándome a arder por los cuatro costados, casa incluida. Aunque las amebas no somos especialmente ignífugas, o quemables, o ardedoras. Eso lo son más bien los loros. No acerquéis nunca fuego a un loro, son tremendamente inflamables. Eso no lo advierten el prospecto ni el pajarista. Claro, no quieren perder clientes.
El caso es que no hace falta mucho más. Sólo ese detalle anticotidiano.

martes, abril 25, 2006

Mi archienemigo.

Carita de muñeca vieja, con rasgos pequeños y eternamente cándidos, y sonrisa helada de porcelana. Cuerpo de big foot lampiño y andares cuasi humanos. Ya tengo mi propio archienemigo, como cualquier personaje de ficción que se precie.

Mi archienemigo es malvado y retorcido, y su superpoder consiste en pronunciar siempre una frase que me siente mal o me fastidie. Mi archienemigo es el Joker, el bufón burlón por antonomasia, la sal en el café, las llaves que se te olvidan, el autobús que pierdes, la cita que se cancela, los intermedios que te hacen desistir de acabar de ver la película.

Mi archienemigo me cae mal.

martes, abril 18, 2006

Abrefácil, y una mierda.

Lo digo en serio, los fabricantes nos toman el pelo. Diseñan un mecanismo imposible de abrir y le colocan la consabida etiqueta, satisfechos. Seguro que la leen y se mueren de risa, pensando en el incauto consumidor y sus previsibles intentos de acceder al contenido del producto en cuestión. Yo tengo una colección de objetos inexpugnables: un bote de mermelada al vacío (pero con varias atmósferas de vacío, digo yo; abrirlo debe equivaler a liberar un agujero negro… bidimensional lo menos), una lata de anchoas ahora prehistóricas sin arandela, un sobre de ketchup que en su día me pareció de lo más audaz deslizar en el bolso y que debería advertir: “Abrefácil. Mucho ojito con intentar romperlo con los dientes”, acompañado de un dibujo de una calavera mellada o algo así.

Lo peor de todo, sin duda, los piques. Cuando en público alguien te pide “Ábremelo”. Acabáramos. Maldición de nivel 3.

Yo lo he decidido. Vosotros haced lo que queráis, yo he perdido la fe en los abrefáciles. Ya sólo creo en las navajas multiuso.